sábado, abril 08, 2006

La MEDEA del "Tumag"



Recibe la distinción de Mejor Actriz y las nominaciones a Mejor Actor (2 nominaciones), Mejor Actriz (2 nominaciones ) y Mejor Director en el FESTIVAL NACIONAL DE ARTE UNIVERSITARIO. Ascun-Cultura(Cali)



SINOPSIS


La más famosa de las tragedias de Eurípides. “Para vengarse de su marido Jasón, Medea decide matar a la nueva esposa de su infiel esposo y a sus propios hijos.

Eurípides hizo de Medea una heroína trágica, atormentada por sentimientos primarios y contradictorios: por un lado, un profundo amor maternal; por otro, unos celos exacerbados y un deseo irrefrenable de venganza.

El trágico griego retrata a Jasón como un aventurero antipático, un hombre tan ambicioso y vil, que, no se comprende cómo pudo despertar semejante pasión. Jasón afirma que sólo las dificultades económicas le impulsaron a casarse con una rica princesa.

Eurípides penetra en lo más profundo del alma humana; conoce muy bien de lo que es capaz el odio de una mujer... Viendo la inutilidad de aquel amor al que todo lo sacrificó, Medea quiere destruir los frutos del mismo... y, sin embargo, el espectador siente compasión por ella, y este es el gran mérito del dramaturgo” .

Reinaldo Montero respeta la estructura de la obra original, lo mismo que su temática, desenvuelta con un profundo respeto por las tres unidades aristotélicas de tiempo, espacio y acción. Lo más original del dramaturgo cubano es el trasfondo político que permea la obra, en donde el llamado de las raíces culturales y una nostalgia por la patria lejana, hacen más dolorosa la imposibilidad del retorno.
Alfredo Avendaño Pantoja

MEDEA
Por: Gustavo H. Arrieta López

Tarde lluviosa, huracanada, noche fría. El oráculo predice mi paso por el auditorio y el destino final: Grecia, la moderna, la del montaje del “profe Avendaño”, la del dramaturgo Reinaldo Montero, el cubano; la de TUMAG
Consolidado grupo de teatro de la Universidad del Magdalena.

Aquella Grecia clásica la de Eurípides con su antiheroina: Medea, exaltada doblemente, primero por Montero quien la exime del crimen de sus hijos y la sublimiza sobre todos los dioses del Olimpo; y luego, por el reconocido director escénico Alfredo Avendaño Pantoja, tal vez en su montaje más pasional, quien la hace levitar sobre Jasón, por encima de columnas, montes e islas mediterráneas pero en especial sobre toda tragedia griega. Con personajes bien representados en escena, firmes en las tablas, en una danza leve y conmovedora (dado que la obra dura un poco más de hora y treinta) en donde cada detalle dramático es respaldado por la excelencia; con un vestuario cinematográfico de largas y negras gabardinas en ellos y volátiles y blancas túnicas en ellas; con una escenografía sobria y completa: un breve telón rectangularmente vertical en blanco, rojo y negro describiendo un verso musical que sostiene el ritmo del montaje y una mesita de dos puestos en aparente mármol que deja ver las animas pasajeras, quizá la de los hijos de Medea originalmente asesinados por el autor; y además el elemento mágico y sorprendente de las musas líricas haciendo de las suyas por el teatro desde la guitarra fascinante (de Arístides Martínez) con cantos quejumbrosos, poéticos, dulcemente melodiosos de los personajes principales.

Medea (encarnada por Isabel Chávez) desde sus más íntimos instintos con todo su esplendor intacto, altiva, enfrentando sus circunstancias emocionales pero aún más sociales.

Pedagogo (Manuel Arévalo) maestro de los niños, dirigiendo los destinos de Medea con su nueva ciencia de los dados.

Sirvienta (Diana Díaz) siempre fiel a Medea, mitad conciencia, mitad corazón.

Jasón (Eduardo Daza) con sus batallas latentes, distante del sentimiento por las sinrazones de su jerarquía.

Egeo (Luis Domínguez) oportuno, complaciente, salvador, el de los ases bajo la manga, el conocedor del Oráculo.
Mano Derecha (Luis Pérez) como ave de mal agüero, hombre de una palabra certera, sentenciosa.

Para el director, quien sucumbió por fin al llamado de los Clásicos, el reto fue, es y será, una secreta pasión que se gestaría siempre desde sus inicios con TUMAG en los noventa. Desde mi butaca lo vi reflejado en los ojos de cada uno de sus actores y actrices, con sus ademanes creando la palabra, por ejemplo esa Medea eco de la madre Carrár en “Los Fusiles de Madre Carrár” más un eco brillante casi embrujador. Desde mi butaca lo vi deleitarse como en una ópera de Verdi sin importar el poco o mucho público, sin importar bostezos aislados de la ignorancia, pues para mí y para él, la obra era un derroche de imágenes fotográficas: como cuando Medea se baja de su tiara o cofia y con un leve aleteo de sus cabellos produce huracanes de aromas o cuando fue a reconfortarse entre las piernas de Jasón, sentado él en un banco y ella posada imponente sobre el piso... o cuando dos duendes, tal vez dioses inmortales revolotean por el escenario sentenciando enmascarados el porvenir; también el momento en que el Pedagogo lanza la suerte de los dados y Medea indiferente rechaza sus presagios... Imágenes bien dignas de una producción francesa o italiana, no, bien dignas de los frutos cosechados con tesón y constancia por los teatreros samarios y por un director digno del mejor sitial entre las tablas universales.



Santa Marta, septiembre 5 de 2.003

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